sábado, 21 de marzo de 2009

Saudade
















"¿Qué es lo que se pierde al cruzar una frontera?, cada momento parece partido en dos, melancolía por lo que queda atrás y por otro lado, todo el entusiasmo por entrar en tierras nuevas".


Ernesto Guevara de la Serna.


Al cruzar una frontera no sólo dejas atrás tu país con la gente que te quiere y que te vio crecer, sino que dejas también un imaginario colectivo, una cultura particular, una sociedad inventada. Además, en algunos casos tu idioma materno, con sus variantes y su gestualidad, debe dejarse a un lado.


La primera vez que atravesé el océano tuve la misma sensación que el Che cuando iba internarse en las tierras latinoamericanas. Me invadía una gran melancolía por dejar a mi familia y amigos, pero al mismo tiempo tenía una gran alegría de descubrir nuevas culturas y nuevos mundos.

Al dejar un atrás un país te sientes un poco huérfano porque aunque por muy solo que estés en la ciudad que creciste, todo lo que te rodea es familiar: desde la lectora de noticias, los vendedores ambulantes hasta el chofer de micro.

Por el contrario, vivir en un país extranjero implica adecuarse a maneras de ser de una cultura diferente a la nuestra, como también a una adquisición de gustos, de rutinas, flexibilidad que se vuelven más complejas cuando tienes que lidiar con el idioma. Tienes que predisponerte a estudiar una cantidad de códigos sociales que no sabremos develar durante un buen tiempo.
Por ejemplo, en mi caso, a pesar de que crea que las noticias televisadas de mi país sólo muestran una décima parte de lo que pasa en el mundo las disfruto como nunca disfrutaré las noticias de mi país adoptivo. Lo que se replica en otros ámbitos de la vida también.
Cuando creces en un país y luego te vas a otros necesitas tus referencias para sentirte en compañía.

Benedit Anderson dice que las naciones son invenciones de la modernidad y se cuestiona porque personas que no tienen nada en común formen un país.
Por otro lado, Simón Bolívar, seguido por el Che, quería construir una América Latina unida y ponía en duda las fronteras de estos pueblos.

Sin embargo, aunque la nación sea ilusoria, aunque la hayamos inventado una serie de tradiciones -mitos, leyendas, fiestas, bailes populares, etc.- para sentirnos parte de algo ¿Por que ese algo de la chilenidad, del otro chileno, se nos hace más ausente que nuestra propia tradición?

Quizás tenga relación con los medios que han logrado inculcarnos un patriotismo que se hace presente en algún partido de fútbol o en un conflicto limítrofe con los países vecinos o simplemente, es algo con lo que hemos crecido año a año: con las fiestas escolares, los bailes, nuestra música particular y nuestra manera tan particular de comportarnos, tanto al hablar como al vivir cada momento como si fuera el último.