domingo, 27 de septiembre de 2009

Paris et moi



Con París tenemos una extraña relación de años… una relación que se inició cuando era niña y soñaba con esta ciudad, sus calles, sus poetas, escritores y artistas. Un lugar que fui descubriendo a medida que más leía. Una ciudad donde me paseaba imaginariamente de la mano de Cortázar y Oliveira, lugar que anhelaba aún más con las historias de la Revolución y del Mayo Francés…

Cuando llegué París me enamoré a primera vista dejando novio, amigos, familia y una vida entera. Cada calle y cada barrio que descubría me hacían sentir cosas distintas que me empujaron a quedarme aquí. Esta ciudad que soñaba, donde todas mis ilusionas estaban puestas, en la ciudad de la luz que nunca duerme y donde es casi imposible aburrirse, me sedujo hasta que me quedé, cambiando de idioma teniendo que armar nuevos proyectos y un futuro.  Aquí conocí gente que me hicieron cambiar mis ideas y que me mostraron una nueva imagen de mí misma, que me hicieron darme cuenta que a veces esos que parecen enemigos pueden ser tus mejores amigos y esos otros que parecen más similares a ti, al final no tienen nada que ver contigo. También aprendí que a veces la soledad, las ausencias y todo eso que dejaste, te pueden dejar un vacío imposible de llenar ni con los castillos más hermosos, ni la vida nocturna más apasionante.

Finalmente me transformé en una parisina más y la agitada vida que en un momento me gustaba comenzó a consumirme y terminó por agotarme… Las largas horas en el metro, los clochard borrachos, las estaciones plagadas de ratones y los departamentos 4 x 4 me hicieron reflexionar sobre el tipo de vida que quiero tener. No se si la belleza de una ciudad, sus museos, su cultura y la cantidad de gente interesante que puedes encontrar es suficiente para aguantar subir cada día 9 pisos.

Quizás simplemente tenga que buscarme una casa más grande sin tantas escaleras y comprarme una moto para no tener que pasar tantas horas en el metro insoportable de Paris. Quizás ya sea la hora de decir adiós, de buscarme otro lugar, donde me sienta mejor, una ciudad más pequeña, más acogedora, con más espacio, con precios más baratos, donde sienta que no estoy en un desfile de modas y donde pueda andar a pie.

No se si sea la mejor decisión, pero creo que ya es hora: Paris te dejo, no se si para siempre, pero al menos lo haré por un momento. Se que te extrañaré, que nunca será lo mismo sin ti, se que me faltarás, que extrañaré tus calles con kebabs y tus crepes, tus edificios haussmanianos, tus cafés, tus crèmes brûlées, el sena, tus parques, el canal saint-martin…

Alguien me dijo una vez que después de vivir en Paris no se puede vivir en ninguna otra parte, que siempre nos faltará, pero necesito un respiro. Quizás vuelva antes que salga el sol...





3 comentarios:

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  2. ¡Mira que es magra la dulce vida, Camila! Yo te soñaré París para cuando la acuosa luna se deshaga en un pueblito del interior. Si no te molesta, claro.

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  3. Hola! Me ha encantado tu blog.

    Saludos, de alguien que probalemente se vaya a vivir a París...

    Carlos

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