lunes, 17 de mayo de 2010

Boliches de Bariloche en una Gira de Estudios o la Maldad

Son la 1 y media de la madrugada y no me puedo dormir. Después del culebrón o la teleserie venezolana que sacude las paredes de mi casa justamente en la pieza de al lado, pienso en la maldad y en cómo muchas veces jugamos con ella a las escondidas. 

Creo que a corta edad aprendí que la maldad era fundamental en las relaciones humanas, que a la gente le atraía que le aplastaran los sentimientos y que no por ser mala te iban a querer menos. 

No se en que momento me domesticaron - quizás fue Grancorazón quien extirpó la maldad de mí - pero mi amigo Felipedark cada vez que puede me recuerda que tengo que volver a mi esencia malvada, si supiera que escribo en un blog para sentirme mejor seguramente no me hablaría nunca más y se reiría de mí por horas...

La primera vez que destrocé sentimientos fue a los 14 años cuando estaba de novia con Ojosinmensos. Ojosinmensos era mi primer novio de verdad, el primer novio serio con aniversarios, onces (o meriendas) en mi casa y que conoció a mis papás. Yo también era la primera novia que Ojosinmensos y al parecer hace muchísimo tiempo que yo le gustaba y presionaba a mis amigas para que nos presentaran. Cuando empezamos a salir, Ojosinmensos iba a buscarme cada tarde a mi colegio con una cala en la mano o alguna otra flor, y estaba siempre muy peinado y perfumado para acompañarme hasta el paradero de bus. Ojosinmensos destilaba cariño, cartas de amor, palabras melosas y amor eterno, pero nada de eso bastó para que yo me lanzara a probar experiencias nuevas.

Por esa razón, cuando llegó el fin de año y nuestro viaje a Bariloche, me olvidé completamente de que tenía un novio, de los meses juntos y todas sus cartas declarándome que sólo quería estar conmigo. En ese viaje me bauticé como la engañanovios, o la que más besos obtuvo en las noches de parranda o de boliche argentino. Me olvidé que existía Ojosinmensos y aprendí el dialecto y la rapidez de los pibes del otro lado de la cordillera. Ni los ojos verdes ni los regalos que me dio antes de partir bastaron para impedirme vivir esa experiencia trasandina.

Así es como fui infiel por primera y no última vez, así es como probé la maldad y no me fue mal con ella...

será que me llama de nuevo?

7 comentarios:

  1. Sin la maldad no aprendemos a vivir, no es el hábito sino la aventura ponzoñosa que toca la puerta... pensandolo bien eso no es maldad es simplemente gozar para no estar muerto, hay cosas peores.
    Saludos

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  2. yo también tuve una especie de Ojosinmensos, que también tenia onces conmigo y me venía a buscar a al escuela.
    lo que sí, que yo lo deje antes de hacer trasnadas , eso si, últimamente, las hago y lo oculto.
    es lo que tiene.


    como dicen sidonie (un grupo) : todo lo que nso gusta, nos va a matar mañana, pero es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo.

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  3. creo que a Santiago no le gustô mi entrada con approach malvado..
    Estoy de acuerdo con Alejo, la maldad nos ayuda a aprender a vivir y a defendernos en el mundo cruel...
    Light... ojalâ que eso que nos gusta no nos mate muy pronto, porque recién empiezo a saborear las maldades de la vida..
    saludos a todos

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  4. quizás debería tomar lecciones con vos sobre la maldad, o como dijo Alejo, sobre disfrutar de la vida, porque yo no soy capaz de hacer esas cosas. Jamás engañé a ninguno de los pocos hombres que hubo en mi vida, jamás siquiera les mentí porque siempre creí más en la sinceridad que en la autopreservación por medio de una mentira... y así me fue.
    De cualquier manera, aunque es cierto que la maldad es parte de la vida y debemos aprender a usarla de vez en cuando, yo no podría -ni querría- engañar a quien quiero porque no me gustaría que me engañen.

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  5. Para nada entiendo que eso sea una maldad. Tan solo es cuestión de abrir la mente y sacar fuera los reproches que nos hacemos a nosotros mismos. La maldad es...otra cosa.
    Disfruta.

    Un abrazo

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  6. Me encantó tu entrada disque malvada, pero a través de las líneas telúricas que unen Santiago y París no me dan ganas de alentarte a lo que, inocentemente me parece, crees que es maldad. El creer que la maldad es una forma de defenderse del mundo porque el mundo es hostil me parece un poco infantil. Esto lo digo sin ningún ánimo de ofender, yo mismo lo he pensado y lo pienso aún de vez en cuando. Pero cuando calmo la mente en una aguada clara creo alcanzar a ver que la vida fluye aun por los ríos más negros.

    Más de una vez la atrapé cuando no debía. Más de una vez. Y sin embargo la parra se desparrama en el norte.

    Te escribí todo esto porque no te huelo mala en tus letras. Las luciérnagas secretas no me susurran grandes crímenes contra el pecho. Los actos... los actos no son los mejores testigos de la naturaleza de las personas. Lo que ocurre entre las cortezas y las catedrales espirituales del hombre tiene mucho más discurso y literatura. Adentro es más cálido y mucho más honesto.

    En fin. Quizás todo nació por los ataques de paladinismo que me dan de vez en cuando. ¿Has leído "El Paladín sin Esperanza" de Vicente Huidobro? Es mi poema favorito en español.

    De ese Huidobro que a ratos creaba en francés...

    La nuit vient des yeux d'autrui.

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